Un niño al nacer pasa de un medio oscuro, protegido, caliente, acuático, sin gravedad a un entorno gélido, con luz en el que ya no obtiene ni el oxígeno ni los alimentos a través de la sangre materna. Nace con una serie de reflejos que le ayudarán a sobrevivir. Los movimientos que realiza durante su infancia y en especial en el primer año de vida ayudan a que se desarrolle su parte motora y su sistema nervioso. El movimiento tiene repercusión neurológica y efecto organizador en el sistema nervioso. Éstos reflejos tienen que aparecer, cumplir su función, desaparecer o sustituirse por otros más complejos.
Te has preguntado alguna vez...¿cómo sabe un recién nacido succionar para recibir su alimento? ¿llorar para llamar la atención de la mamá? ¿cerrar la mano, agarrar? La madre no es la única que sufre durante el parto, también lo hace el bebé, que está ayudando con el cuello y su cuerpo para avanzar por el canal uterino. Esto estimula el reflejo tónico laberíntico y espinal galant ausente en niños que han nacido por cesárea. Los mecanismos de supervivencia dependen de los reflejos que son movimientos automáticos asociados a otros.
Los optometristas comportamentales analizamos el desarrollo del niño y por consiguiente necesitamos conocer el desarrollo motor y la integración con el sistema sensorial. El desarrollo motor permite la elaboración de esquemas y el conocimiento corporal y espacial.
No podemos olvidarnos de que somos un "todo", somos una "unidad", no podemos separar los ojos del cuerpo, recibimos información por nuestros sentidos, procesamos en el cerebro y luego ejecutamos motormente.
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